LA BELLEZA DE LA CHISPA INESPERADA

La belleza de la chispa inesperada

La belleza de la chispa inesperada

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Al hablar de personas glamorosas, solemos imaginar lentejuelas, gafas oscuras y autos que no conocen los semáforos en rojo. Detrás de lo evidente, hay factores que hacen que estas criaturas resalten como luces fosforescentes en medio de una noche sin luna. El primer factor es, sin duda, el estilo. No se trata de seguir tendencias, sino de convertirlas en ritual. Un día puede que uses un pañuelo con estampado de sandía, y al siguiente, todo el mundo estará buscando el mismo en AliExpress. ¿Simple azar? Ni en sueños. Segundo, el lenguaje corporal. Si alguna vez viste a alguien caminar como si la acera fuera una pasarela de Milán en plena lluvia, probablemente te cruzaste con uno de ellos. La forma en que caminan tiene algo que hipnotiza, como si el viento fuera pareja de baile pero el peinado permaneciera intacto (en serio, quiero esa laca).


Tazas elegantes, amantes temporales y confidencias frente al espejo


Importante aclarar: glamour no es sinónimo de riqueza. Algunos apenas tienen para el café, pero logran que un sweater desgastado y un pañuelo vintage parezcan alta costura. Además del estilo externo, estos individuos tienen fuego interno. Generalmente, sostienen ideas firmes, preferencias exquisitas o al menos peculiares, y una capacidad mágica para escapar de pláticas tediosas. Si lanzas un comentario sin sabor, la reacción será una ceja arqueada tan potente que podría desintegrar tu autoestima en un segundo.

Para los seres glamorosos, nada es simplemente lo que parece: todo viene con historia. Puede ser un sombrero con pasado parisino, un esmalte usado entre sollozos o un aroma secreto que huele a canela y secretos. Parece que sus existencias se escriben en tiempo real, sin ensayos. Entre sus cualidades: amistades de novela, viajes sacados de la nada, y la extraña capacidad de volver todo caos en comedia. Hay algo casi poético en la forma en que enfrentan el caos. ¿Se les escapó el tren? Siguen caminando como si estuvieran escorts protagonizando un videoclip europeo. ¿Tropiezan? Se levantan con gracia teatral y dicen: “la calle me quería cerca”. Y claro, sus rincones también tienen su propio encanto peculiar. Hay una lámpara art déco que no sirve, pero en Instagram parece sacada de una galería. También poseen libros que tal vez no leyeron, pero decoran con elegancia sospechosa.Sus baños huelen a lavanda francesa y sus espejos tienen filtro de autoestima, excepto cuando amanece lunes. Los romances suelen durar poco, pero arden como si fueran el capítulo final de una telenovela. Las rupturas se lloran con copa en mano, pañuelo de seda y una lista de reproducción que haría llorar a Spotify.

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